49 Rostros del Dolor: Infiernos Íntimos del Pecado
Una travesía por las heridas que se esconden bajo nuestros pecados.
Yo me vi en varios de estos pecados.
Especialmente en la soberbia.
He conocido muchas personas a lo largo de mi vida. Me gusta escuchar y entender qué las emociona, qué las mueve… quizá porque yo mismo he estado buscando un motivo.
Con los años de autoconocimiento entendí que todos deformamos emociones. La historia, a través del tiempo, se encargó de darles un nombre. Nombrarlas es quitarles parte de su poder sobre nosotros.
Pero muchas veces nos alejamos de esas ideas pensando que son lejanas. Hasta que las entendemos. Y entonces descubrimos que nunca estuvieron tan lejos.
Mira los títulos de estas historias.
Si alguna te llama, ve a ella, primero haz click en el pecado, búscala y léela.
Y obvio, subscríbete 😏
Soberbia
Sabía todo.
Nunca falló.
Lo vivió todo.
Ayudaba a todos.
Nunca se equivocó.
Todos lo admiraban.
Se odiaba en silencio.
Envidia
El que siempre miraba de reojo.
La que no soportaba ver a su amiga brillar.
El que medía su vida con la de su hermano.
La que se creía demasiado tarde para todo.
El que envidiaba hasta el amor ajeno.
La que no mostraba lo que hacía por miedo a compararse.
El que se odiaba por envidiar.
Ira
El que decía “estoy bien” con los dientes apretados.
La que juró que nunca sería como su padre.
El que usaba la rabia como escudo.
La que todo le molestaba.
El que se golpeaba a sí mismo por dentro.
La que tenía fama de “explosiva”.
El que por fin dejó de huir.
Gula
El que comía sin hambre.
La que se llenaba de todo lo que no necesitaba.
El que trabajaba sin parar.
La que confundía placer con alivio.
El que se llenaba de noticias, dramas y escándalos.
La que no sabía decir no.
El que se atragantaba de emociones.
Lujuria
El que se acostaba con todos, pero no se dormía con nadie.
La que creía que su cuerpo era lo único valioso.
El que era adicto al deseo, pero incapaz de intimar.
La que decía “me gusta el sexo”, pero en el fondo quería ser vista.
El que confundía intensidad con amor.
La que usaba el sexo como escape, pero soñaba con que alguien le dijera “quédate”.
El que no podía tocar sin desconectarse.
Avaricia
El que contaba hasta los abrazos.
La que no pedía ayuda nunca.
El que guardaba todo "por si acaso".
La que decía que el amor era un lujo que no podía permitirse.
El que daba… pero esperaba siempre algo a cambio.
La que acumulaba relaciones.
El que tenía miedo de sentir plenitud.
Pereza
El que siempre decía “mañana”.
La que dormía demasiado.
El que lo tenía todo, pero no sentía nada.
La que estaba cansada de estar cansada.
El que nunca terminaba nada.
La que vivía esperando el momento ideal.
El que pensaba que no era pereza, sino que simplemente era así.
Antes del abismo: una mirada distinta al pecado
Nos dijeron que los pecados eran veneno. Que si caías en ellos, te alejabas de la luz. Que debías resistir, negar, purgar. Pero casi nunca nos enseñaron a mirarlos.
Este proyecto nace de esa ausencia.
Porque el pecado, antes de ser condena, puede ser síntoma. Una señal de que algo duele, de que algo falta, de que algo fue aprendido para sobrevivir.
Los llamaron capitales. Pero podrían llamarse cotidianos. Porque todos hemos sentido, en algún momento, la soberbia que protege un corazón herido, la envidia que brota al no sentirse suficiente, la ira de no ser escuchado, la gula que tapa vacíos, la lujuria que busca ternura disfrazada de deseo, la avaricia que retiene por miedo, o la pereza que es en verdad desesperanza.
Y cuando esos dolores no se miran, se enquistan. Se vuelven costumbre. Identidad.
Infierno.
Por eso estos cuentos no juzgan. No pretenden redimir ni condenar. Simplemente abren una grieta. Una grieta por donde mirar el alma, cuando nadie la escuchó.
Ni siquiera uno mismo.
Una mirada compasiva al pecado
No venimos a observar pecadores como monstruos o demonios, como muchas veces nos han enseñado.
Venimos a preguntarnos:
¿Y si esos "pecadores" solo están heridos? ¿Y si están enfermos de soledad, de silencio, de desconexión? ¿Y si esa herida fue tan honda, que su única forma de seguir vivos fue a través del pecado?
A veces la soberbia es el único escudo que encontraron. A veces la lujuria evitó que se suicidaran. A veces la pereza fue su forma de no rendirse del todo.
Este proyecto no justifica. Pero humaniza.
Porque si entendemos el dolor que hay debajo del pecado... podremos, tal vez, encontrar un camino diferente.
Siete dolores disfrazados:
- Soberbia: el dolor de sentirse insuficiente, disfrazado de fortaleza.
- Envidia: el dolor de la comparación, disfrazado de rabia.
- Ira: el dolor de no ser escuchado ni visto, convertido en explosión.
- Gula: el dolor de sentirse vacío, disfrazado de hambre.
- Lujuria: el dolor de no sentirse amado, disfrazado de deseo.
- Avaricia: el dolor de no sentirse seguro ni sostenido, disfrazado de control.
- Pereza: el dolor de la desesperanza, disfrazado de apatía.
Si alguno de estos cuentos resuena contigo...
Tal vez puedas cambiar el rumbo. O tal vez entiendas mejor a alguien que vive su propio infierno en silencio.
Porque cada historia es una grieta distinta. Una oportunidad para mirar... sin miedo.
¿Conoces a alguien que se identificaría con uno de estos cuentos?
Comparte estos cuentos: Facebook | X | WhatsApp